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Pero mi padre, tenaz en sus opiniones, se obstinó en no           á
amnistía alguna; mi infeliz madre siguió oculta por las montañas, no
queriendo ver ni aprovechar la tolerancia del progreso; y Lombía, al
hacerse empresario del teatro de la Cruz, me ofreció un sueldo mensual
por no escribir para el del Príncipe, á donde volvieron Matilde y
Julian, y ajustó á Cárlos Latorre con la condicion de que estrenara mi
segunda parte de _El Zapatero y el Rey_, de la cual habia yo hablado,
como consecuencia del ensayo hecho en la primera.